viernes, 16 de mayo de 2008

Un, dos tres... al escondite inglés

Desde hace algunos días la tensión ha llegado a la oficina, el día de la promoción, y todos queremos estar listos. Los antiguos jefes llevan mes y medio preparándose en la hora del café y al mensajero se le ha visto haciendo ejercicios de relajación en el baño (y es que Goyito Campoamor siempre ha sido un manojo de nervios).

Paquita Fueraparte, la antigua administrativa con contrato de prácticas nos sorprendió a todos con su buen hacer al frente de la empresa y con ideas que, por sorprendentes no dejaron de ser estimulantes: cambiar la hora del café cada dos por tres de modo que al final de semana en lugar de 5 parecía que tomabas seis. Portátiles para los días de calor poder salir al parquecito (bueno al patio, si patio interior, pero que fresquito cuando Marisa del tercero colgaba las sabanas aun chorreando y las gotitas te despejaban cuando vaya sopor después de comer).

Pero como decía el día al fin ha llegado. Paquita Fueraparte, actual responsable de la empresa se pone de cara a la pared se tapa los ojos y cuenta un, dos tres, al escondite inglés. Al girarse ha visto como se movía el socio fundador de la empresa Teodio Garcia (creo que nunca le quisieron mucho sus padres y eso le avinagro bastante el carácter. Cuando llevaba la empresa le solíamos dejar chucherías debajo de la puerta para endulzarle el día pero resulto diabético y desde entonces nos la tiene jurada). Como decía, se le ha visto moverse, que el hombre ya no está para achaques, así que descalificado. Este año tampoco será jefe y, con su artritis, dudo que pueda volver a serlo.
Un, dos, tres, al escondite inglés. El que toque la pared sin que Paquita le vea será el nuevo jefe. Hace años vino a verme a la oficina mi primo Juanito, del pueblo. Yo le tengo mucho cariño pero vale, muy listo no es. El caso es que vio un reportaje en la tele de los ninja y justo vino a verme el Día del Jefe. A mi me descalificaron enseguida pero el usó una técnica secreta que no había quien le viese de sigiloso que iba él y claro, de jefe todo el año. Aquel año casi hunde la empresa. Hizo plantar espárragos en recepción, con lo que los cliente más carnívoros (los que solo comen carne) dijeron que nunca volverían mientras quedase un brote de apio en la oficina. Peor fue cuando se puso a hacer barbacoas los martes en la sala de reuniones (eso si, de vez en cuando pasan los bomberos a saludar que nos cogieron mucho cariño de aquella época).

Un, dos, tres, al escondite inglés. Jacinto, a la calle, Clarita descalificada y solo quedamos Robertito Cadalso y yo. Con un poquito de suerte (y si cesa este picor en el pie, que creo que se me ha dormido) seré al fin jefe en lugar del jefe. Miro a Robertito, de 96 años pero ágil como una gacela y comprendo. En sus ojos leo que está cansado, que se merece parar y veo que me va a dejar ganar. Creo que ya se cual será mi primera decisión como jefe, firmarle una buena jubilación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No dejas de sorprendernos, muy bueno infame.
Seguiremos vigilandote de cerca.