Sin duda una de las cumbres de la literatura argentina (y universal por extensión) es el fabuloso libro-juego de Julio Cortazar, en la que la participación del lector es fundamental para construir la historia.
Uno de esos lujos que plantea Rayuela es una numeración alternativa de los capítulos que permiten una lectura nueva y diferente.
Como coleccionista (de tebeos) muchas veces he tenido esa sensación al llegar a una colección ya empezada creando una fantástica elipsis narrativa. Conseguir números atrasados permite tener una visión nueva y más completa de lo que sucederá convirtiéndose en flasbacks caprichosos que no entienden de la relevancia de lo anterior si no de la oportunidad de encontrar esos números.
Una vez completa la colección o el arco volver a leerlo la historia se convierte en ocasiones en algo diferente, a veces admirando esa nueva visión, otras veces haciéndote pensar que como más disfrutas es juntando tu mismo los cachitos aunque el puzzle sea otro.
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